miércoles, 24 de febrero de 2016

Aeropuerto

"Yo tenía la intuición de que el mundo tendía a parecerse cada vez más a un aeropuerto" Michel Houellebecq

Puede que sea verdad
y el mundo no sea otra cosa
que un aeropuerto
tripas que vienen y van
sin mayores símbolos
podríamos hablar de un no lugar
el tránsito mecánico del hombre
alejándose de su esencia
osamentas en pugna
blandiendo filosos huesos
el alma esclava del cuerpo
las palabras siervas
Puede que sea un aeropuerto
con su oferta de artificios
sus alas de lata que olvidan
su naturaleza de espejo
una metáfora
por la desidia de no mirarnos
un disfraz
para huir de nosotros mismos
sin tener siquiera claro
hacia dónde
dónde.



jueves, 7 de enero de 2016

Por siempre teatro

Un encuentro con Roberto Jones

                                                 Foto difusión

No hace falta presentarlo. Roberto Jones carga sobre sus espaldas medio siglo de actividad en teatro, televisión y cine. Rostro reconocible, mirada aguda, palabras que saben caer en el lugar justo, la persona detrás del actor nos recibe en lo que pícaramente llamó “su oficina”, un típico bar montevideano sobre avenida Brasil.

El encuentro duró más de dos horas. Afable, dispuesto a complementar miradas entre dos generaciones, bien podría decirse que la entrevista fue mudando en charla. Entre un té mixto y un café, el intercambio fue tomando sabor y aromas, como si lo previo hubiera sido ese “prender el fueguito” del actor antes de subir al escenario y encenderse en escena.

La vehemencia es una de las características de este hombre interesado y preocupado por el mundo que nos rodea, ímpetu que lo aleja de lo políticamente correcto. Jones tiene su opinión y no escatima en plantearla. Sobrino del actor Juan Jones y casado con Teresa Herrera, sobrina de China Zorrilla, cuenta además con un pasado de militancia política que no le interesa suavizar, primero en el Partido Nacional y luego en el Movimiento de Liberación Nacional. Todo ello lo revela un personaje de muchas aristas que, a sus 73 años vuelve de su regreso a los escenarios con el unipersonal La memoria de Borges, actualmente y por decisión del actor, fuera de cartel. El tema del uso de los celulares en sala, la irresponsabilidad de cierto público y la tibia legislación al respecto, es desde entonces un tema de debate.

La memoria de Borges supo ser su despedida en 2010 cuando, aquejado por un problema neurológico que afectaba a su instrumento físico —el cuerpo— decidió retirarse. Desde entonces y hasta 2015, Jones se dedicó a dirigir un total de siete obras y a viajar, entre otros lugares a Estados Unidos, donde reside su hija y sus dos nietos. El actor fue verificando que su dolencia iba desapareciendo de a poco, con la consiguiente sensación de que podría volver a actuar. Así retomó la obra escrita por Hugo Burel e inspirada en su relación verídica con Jorge Luis Borges. El actor recuperaba su plenitud: “es muy simple, yo subo al escenario y soy feliz”.

En el 2012 el cine nacional contó con la actuación de Jones en el cortometraje Monstruo, aunque en la pantalla grande viene siendo, injustamente, un ilustre ausente.

Nace la vocación

“La vocación primero, después viene la pasión” aclara Jones. La misma fue surgiendo por influjo de su tío y de sus padres que lo llevaban al teatro, y de algún profesor de Literatura del liceo. En la Parroquia San Carlos Borromeo del Prado formó un grupo de teatro donde actuó por primera vez.

En 1960 se integró al Nuevo Teatro Circular de Convención y 18 de Julio, y apoyado por su tío comenzó a hacer pequeños papeles en televisión. Ya en la Escuela Municipal de Arte Dramático (EMAD), como era común entre los estudiantes, empezó a realizar los llamados bolos, los cuales supieron ser “otro aprendizaje, por un lado tenías a los grandes docentes y por el otro un contacto con los grandes actores del Solís”. Con esto lograba un pequeño ingreso que le permitió dejar el estudio de la abogacía y su trabajo, la pasión comenzaba a ganar terreno.   

El español José “Pepe” Estruch fue, como para tantos, el gran maestro. Cuando la generación de Jones egresó de la EMAD, bajo la dirección de Estruch formaron el Grupo 65: “éramos once integrantes, el primer grupo donde comencé a trabajar profesionalmente con una obra de Lope de Rueda que tuvo muchísimo éxito ya de entrada. De ahí en adelante no dejé de actuar nunca más, hace de eso cincuenta años”.

—¿Para qué actuar?
Además de para cumplir con mi vocación, es un oficio muy antiguo, que nace en Atenas hace 2550 años, desde allí existe el teatro occidental. Su finalidad es la liberación del hombre. Entretener y educar, trasmitir pensamientos, valores, y ser espejo de la sociedad, de ahí proviene la palabra espectador. La sociedad se mira para emocionarse, divertirse, llorar, reír, poder cambiar. Como decía Lorca, una sociedad sin teatro es una sociedad ciega. Pero el teatro no puede ser amigo del poder político ni religioso ni económico. El arte es una resistencia al despotismo, es una expresión de libertad, de lo contrario no es arte.

—¿Cuánto de renuncia hay en la profesión del actor?
No es una renuncia, es una imposibilidad de estar en los momentos precisos y necesarios, en la familia por ejemplo, yo me perdí el nacimiento de mi hija por estar en un ensayo general; hay cumpleaños, bautismos, casamientos y uno tiene que estar en el teatro a la noche. Para el actor de teatro es complicado, lo pude retomar recién ahora que ya soy abuelo; estar los fines de semana con mi familia es una novedad para mí.

—¿Cuánto de triunfo y cuánto de fracaso conlleva?
Cuando uno empieza a hacer teatro no piensa en el triunfo y la fama, sí en hacer lo que a uno le gusta. El que determina no es uno ni los críticos, es el público, si te acepta una vez, dos, tres, y lo hace a lo largo de los años… El público es el gran soberano que está en las tinieblas y que observa y juzga. En el caso mío, soy un enorme agradecido ya que me permitió hacer teatro durante cincuenta años.

 —¿En cuánto ha cambiado el público en ese tiempo?
Lo primero que ha cambiado es el volumen. Cuando yo empecé había 120 mil espectadores y diez espectáculos. Ahora hay 60 espectáculos y 12 mil espectadores.

—Teniendo en cuenta el escaso público, ¿hay que “casarse” con el espectador?
No. Yo tengo que hacer lo que dicta mi oficio, mi vocación. También puede haber una soberbia del estilo “si a la gente no le gusta no me importa”. Uno tiene que saber trabajar para su pueblo, y no se puede dejar de hacer a los grandes clásicos. En el arte no hay ni viejo ni antiguo, hay bueno o malo. Los dramaturgos clásicos son los que pudieron superar su frontera, su lengua y el tiempo.

Una época oscura

—¿Tuviste que exiliarte?
Estuve preso en marzo del 72 en Punta Carretas, después de ahí me trasladan a la jefatura, a la comisaría y después salimos; otros quedaron. Me tuve que ir. Me echaron. No podía actuar y me exilié. Cuando hubo golpe en Argentina, mi mujer estaba embarazada y regresamos. Me dejaron hacer teatro independiente, pero me presenté al concurso de la Comedia Nacional y lo gané con el mayor puntaje junto con Levón, y no me lo dieron nunca. Y no me dejaban trabajar, conseguía uno y al otro día me decía el patrón: “ya cayeron los muchachos”. Tuve que volver a la Argentina. Ahí fue cuando empecé a trabajar con China en el interior, me conocí todo el país… Ya estaba liquidado el tema del MLN.  

—Sí, pero en el 76 asesinaron a Michelini, ya estaba el plan Cóndor.
Sí, regresamos la primera vez en ese año, unos días antes que los maten… Yo era muy amigo de Michelini y de “El Toba”. Querían que nos quedáramos. Pero el discurso de Videla del 29 de marzo fue muy claro: todos aquellos que hayan tenido un documento dado por el gobierno peronista no le será reconocido, y a quienes tengan antecedentes ideológicos en países fronterizos les exhortamos a que abandonen el país. El peronismo no nos había hecho mucho problema, nos dio enseguida documentos, en eso estaban a muerte con nosotros, todo lo que era antiamericano al peronismo le servía.

—¿Cómo conociste a China?
Primero la vi como espectador, después la conocí y fui amigo y colega, y más adelante, cuando me casé con una de sus sobrinas, pasé a ser sobrino político, aunque hasta que murió me llamó “sobrino”.

—¿Cómo fue tu relación con ella?
Excelente. Cuando estuve exiliado en el 74, la primera obra que hice en Buenos Aires fue una producción suya. Viví en su casa muchas veces. Luego, a partir del 78 y casi hasta el 80, hicimos gira por toda Argentina. Yo siempre digo que amigos tuvo muchos, colegas y parientes también, pero amigo, colega y pariente, solo yo.

Una tele sin humor

Jones trabaja en televisión desde los años sesenta, siendo él muy joven y el medio apenas naciendo. Son recordados, entre otros personajes, el del Flaco Cleanto y ya en los años ochenta, el personaje de El pensador. Asimismo integró dos programas que dejaron su marca: Telecataplum y ¡Plop! Sobre la actualidad del humor en televisión tiene algunos reparos.

—Hablame del Flaco Cleanto.
En el año 70 era un cómic, pero decidieron hacerlo en televisión. Lo hice durante una temporada, pero justo caí preso, un escándalo nacional ya que era un programa muy visto. Yo siempre digo que cuando me muera unos van a decir “se murió El pensador”, personaje que hice después; cuando caí preso Roberto Jones no existía, “Flaco Cleanto tupamaro” eran los titulares catástrofe.

—El ejemplo del personaje que se come al actor.
Sí, en ese momento yo era muy joven, no tenía una carrera atrás mío que superara al personaje, antes de ir a la televisión el personaje ya era popular, y con ella ya fue masivo. Denevi lo retomó al otro año y ya no lo hicieron más. 

—¿Qué te dejó la televisión?
Me dejó muchísimo, me enseñó a trabajar ante cámara. Se hacía mucha ficción, ahora no. Y el canal oficial no hizo nada. El partido que hoy es gobierno, cuando nosotros éramos gremio, siempre reclamó a los canales privados sobre el contrabando (cuánto le deja al fisco nacional lo que se trae de afuera) y la presencia de actores uruguayos en la televisión pública. Yo trabajé mucho en canal 5, pero en estos últimos diez años nada, cero, mal síntoma del canal y mal síntoma del gremio que se calla la boca —antes gritaba—, eso es poner la cultura al servicio de la política.

—¿Cómo ves el humor en la televisión actual?
Se supone que la televisión, además de ser una empresa y una industria, debe cumplir una función social que es cultural, tiene que estar la ficción y el humor, la comedia, que puede ser satírica o de otra variante. Pero hoy no hay humor. Hay que volver estúpida a la gente, y es más fácil hacerla reír que hacerla pensar, mejor que se ría por cualquier pavada que se cree que con eso se libera y no se preocupa más y no piensa. Eso empezó en Buenos Aires hace unos años… El gran último capo cómico fue Olmedo, después de él empezó la estupidización directa, es la mejor forma de dominar a las masas, transformándolas en estúpidas, la masa ya no piensa, la masa únicamente se divierte porque la vida se le complica pero se la complicamos más y le damos más anestesia… Dicen las cosas más atroces y pasan a la risa automáticamente, sin espacio para la reflexión.

De dramaturgos

—¿Cuáles son tus autores preferidos?
No son muchos. Por supuesto los tres clásicos griegos: Sófocles, Eurípides y Esquilo. Shakespeare, Lope de Vega, Ibsen, Chejov, y después los dramaturgos norteamerticanos: Tennessee Williams, O’Neill, esos creo que son los grandes maestros, cualquiera que quiera ser dramaturgo tiene que estudiar sus obras. Por ejemplo, yo nunca hice un clásico griego profesionalmente, pero los sigo estudiando. Y pude ver ocho versiones de Hamlet, el drama más grande de la humanidad.

—¿Dramaturgos nacionales?
Florencio Sánchez ni hablar, Carlos Manuel Varela, Ricardo Prieto, el que fui mi íntimo amigo, Alberto Paredes, Carlos Maggi, Leites que apuntó en algún momento, Jacobo Langsner, Juan Carlos Legido, Conteris, grandes, muy buenos dramaturgos hemos tenido.

—¿Brecht?
Voy a decir algo que no lo podés decir en Uruguay, porque sigue siendo un tótem. Sí, Brecht es un gran autor, su obra Galileo Galilei es de las mejores… Pero puso toda su vida al servicio de una dictadura, entonces no cumplió la finalidad que tiene el teatro. Nunca actué a Brecht pero lo dirigí. Incluso tiene la particularidad de que lo das a leer y no encontrás al marxismo allí. Al contrario, en Galileo se muestra a un hombre que lucha por la libertad de la ciencia, aunque no lo hace el comunismo en el gobierno.

—Relacionado a esto, explicame entonces lo del Zoilo guerrillero.
Ahí está, fue un error típico de los que estaba diciendo ahora, es poner el drama al servicio de la ideología. Era un momento muy especial y lo que hice fue una adaptación de Barranca abajo que coincidía con la llegada de los cañeros a Montevideo. Fue en el teatro Odeón, la obra transcurría tal cual era pero al final, Zoilo en lugar de matarse agarraba el fusil. Me dieron como adentro de un gorro, pero tanto la derecha como la izquierda, El popular me hizo pelota, ni hablar de El Día que me puso en el índex de ahí en adelante para siempre. Fue un error, un exceso de militancia. Era parte de los tupamaros, por eso lo hice, muchos integrantes del MLN, al igual que yo, fueron integrantes del Partido Nacional, Mujica es uno de los varios ejemplos.

Montevideo

Jones ama la ciudad en la que nació y eligió seguir viviendo, pero, como un ciudadano más, mantiene sus preocupaciones: “podría haber seguido en Buenos Aires pero elegí volver, cuatro veces me llamaron, cuatro volví. Pero a veces me quisiera ir, no quiero estar en este clima, en estas caras, en este relacionamiento, la seguridad, todos los días matan gente, trabajadores, hay miedo y éste causa odio, y el odio es la bronca contra cualquiera, es un estado del alma. Antes había una defensa, valores infranqueables”.

En ese clima de hostilidad, el actor celebra el hecho de que las expresiones artísticas sigan teniendo cabida: “es un milagro que exista La memoria de Borges, que la gente se tome el trabajo de ir a un museo o galería a ver obras de arte, al auditorio del SODRE en donde sí se están haciendo las cosas bien con la incorporación de Julio Bocca”.

Crear el personaje

Son decenas los personajes que Jones ha interpretado a lo largo de su vida. A los ya referidos en televisión, podemos señalar su particular interpretación en la tragedia Hamlet. Conversamos sobre su autodefinición como “máscara suelta” y la relación entre actor y personaje, capital en su última obra.

—¿Te seguís considerando una “máscara suelta”?
Me sigo considerando así. Por eso no puede estar más de cinco años en la Comedia Nacional que te asegura un sueldo, una jubilación si seguís allí, pero yo no me sentía bien. Es una gran institución que quiero y apoyo, pero yo no puedo hacer un papel si yo no tengo ganas de hacerlo, en un elenco estable, público o privado, uno tiene que acatar lo que le dan… y se expresa por contrato. Yo hice personajes que me gustaron mucho, pero ese sistema no me gusta, por eso decidí dejarlo. Y eso lo aprendí de personas como “Pepe” Estruch y otros maestros del teatro. “Si es necesario limpiar el piso —me decía Hugo Masa—vas a tener que hacerlo, pero hacé siempre lo que quieras hacer, porque esto es arte, el arte obligado no es”. Si hay un lugar de libertad es este, por eso los regímenes autoritarios de lo primero que toman poder es de la cultura.

—¿Con cuál mascara te identificas más?
Con la tragedia. Aunque la comedia me gusta mucho. Tiene que ver con mi manera de sentir. La tragedia te exige muchísimo más. Generalmente se dice que hacer llorar es más fácil, no es verdad, uno lo ve en la televisión todo el tiempo, la gente se pasa riendo y con cualquier pavada. Ahora, ¿cuándo se emociona realmente? Con la tragedia. Con la risa pasan dos cosas, o se entretiene y se olvida momentáneamente de sus problemas, o se puede liberar cuando se ve a sí mismo, se ríe de sí mismo, se reconoce y se puede producir el cambio, también con la comedia. Pero cuando el hombre llega al llanto es cuando se purifica, y eso se logra únicamente con la tragedia. Lo que diferencia al hombre de las otras especies es que es un ser creador, único, puede cambiar su entorno, su ser, su existencia… Eso se logra a través de la tragedia. La comedia tiene una parte satírica muy importante que es la crítica social, y hay momentos en que el humor es mas penetrante socialmente que la tragedia, y es difícil decirle que no desde el poder. Hay momentos en que el cómico cumple una función social.

—¿A que te referís con “fingir no es crear”?
Copiar, imitar, fingir es de lo peor en el arte.

—¿No es un artista el imitador? ¿Ni siquiera por acumulación de personajes?
Imitar es un don, pero no te transforma en un artista. El imitador parte del exterior, el artista parte de sí mismo, de su psiquis, y no importa en el arte que sea tal cual la realidad. Cuando yo trasmito un sentimiento, una emoción, y utilizo un lenguaje poético, símbolos, estoy creando algo desde mi psiquis, desde ella construyo otra, pero no le saco una foto y la copio. Yo puedo hacer a Borges, pero yo no lo imité. Es una construcción que trabajé desde adentro de acuerdo a lo que Borges me trasmitió.

—¿El personaje persigue al actor?
El personaje se diluye, como un cometa tiene una cola que hay que dejar diluir después de la función. Cuando se hacen muchas funciones, como antes que eran seis por semana, dura más, hay toda una técnica para desprenderse. Yo padre y abuelo, amigo, ciudadano, no tengo nada que ver con el señor que se mete en el camarín y sube al escenario, esa es mi profesión, no puede ser lo mismo, no puedo estar todo el tiempo así, me enfermo de hacerlo. De hecho le pasó al hermano de Chejov, Michael, cuando hizo Hamlet no pudo dejarlo, es tan fuerte la personalidad del personaje que se adueñó de su psiquis, empleó mal la técnica. El arte dramático puede potenciarte todo lo bueno y todo lo malo: si sos un poquito esquizofrénico te hace todo esquizofrénico, si tenés autismo te hace autista, si sos sensible te va sensibilizando cada vez más, si sos creativo te va enriqueciendo… Hay que ser conciente de que es un instrumento complejo. Porque nuestro instrumento es el cuerpo y la palabra, el mismo de nuestra persona.

—¿Hay conciencia del público al momento de actuar?
Es una esquizofrenia conciente, porque estás alerta de todo lo que sucede, que el caramelo acá, que sonó el celular, que se apagó esta luz, que no dije tal cosa, y sin embargo el personaje sigue.

—¿Tenés algún ritual antes de actuar?
Yo generalmente voy dos horas antes, preparo el físico con ejercicios de estiramiento y calentamiento de garganta, la energía empieza a salir a través de la voz y va calentando todo el cuerpo. Stanislavski decía que si al actor no le cambia el color de la piel, no escupe y no transpira es que no hay energía, hay que crearla antes, hay que prender el fueguito chiquito. Cuando uno sube a escena está además la energía del público que es muy fuerte. Cuando no hay público se nota, aunque a mí ya no me importa cuánta gente hay, un solo espectador ya me motiva para hacer la obra, esa persona que vino lloviendo, con un frío impresionante, merece toda la entrega. 


jueves, 5 de noviembre de 2015

Haz tu canción

No te engañes.
Para hacer una hermosa canción
solo necesitas:
un papel
un lápiz
una guitarra
un alma acorde.
Lo mismo que hace cien años.

viernes, 23 de octubre de 2015

De réplicas y de infancia




Tengo pocas fotos de la primera infancia. Creo que podría contarlas con los dedos de ambas manos. No podré ver la imagen de mi madre esperándome aunque en mis rasgos nada puede negar que sea su hijo. Los años ochenta no fueron tan generosos para la fotografía doméstica, todavía en plena era analógica, no era tan fácil tener cámara, más si a uno le toca ser el cuarto hijo y el fragor de todo inicio se ha ido disipando. Todo comienzo tiene fotografías, ya no tanto la madurez de un matrimonio.

Mi hermana, con la que me llevo año y medio, me ha contado parte de la historia de esta foto custodiada por un abuelo postizo. Este, poco tiempo antes de morir, tuvo la lucidez de darse cuenta que su Bruno no tenía fotografías (hombre nacido a principios de siglo, seguramente no tenía tampoco las suyas y encontraba en ello una carencia). Así, en una visita que en familia hice a Montevideo, me llevó a ser fotografiado en un estudio de barrio. Tengo un recuerdo demasiado vago. Podría mentir incluso. Pero lo único cierto es esta imagen que entre otras ese buen señor eligió para tener en su apartamento montevideano que hoy habito. El actual hombre de la foto, veinte y tantos años después, celebra la determinación del abuelo y el ojo del fotógrafo para captar ese segundo en el que todavía me encuentro, imagen en que tengo la fortuna de encontrar a algunos de mis sobrinos.

Pocas décadas ya marcan suficiente distancia. Hoy disparamos fotos todos los días. Sin embargo, muy pocas dicen algo, muy pocas merecen la trascendencia, incluso para uno mismo. Las fotografías en papel supieron de otra elaboración, estaban más pensadas (¿más sentidas?), y al igual que las cartas tienen la dulce desdicha de envejecer con uno, lo que les da un sabor suplementario. No sé qué fotos veré en mi pantalla de 2050, a este ritmo habrá millones y de seguro no tendré siquiera tiempo para diferenciar cuál merece quedar fuera de un disco duro que se extingue.

A veces pienso (y no es consuelo) que mejor así, mejor pocas, que menos cantidad puede finalmente ser más.


viernes, 9 de octubre de 2015

Para dejar picando /10

Déjà vu: «Yo levanté un día una bandera de tradicionalismo y orientalidad. Quería encontrar con mis versos y mis canciones, ese calorcito local que nos redimiera. Hoy puedo vivir de mi arte: mis discos son los que más se venden, las ediciones de mis libros se multiplican, lleno los teatros en todos lados. Pero la radio y la televisión me rechazan. No hay lugar allí para las cosas serias. Y yo soy un investigador y creador serio».
Osiris Rodríguez Castillos, 1966


lunes, 5 de octubre de 2015

De mí

«A Lilia, tenés la cara redonda como tu abuela, así, bien redondita, no muy narigón, un poco a tu abuela Lilia… La cara, la forma de la cara, y en el entrevero él, muy simpático es tu hijo Raquelita… Linda dentadura, qué linda dentadura, seguro nunca estuviste en el dentista… A mamá te parecés, hasta a mi madre te parecés, cara redonda… Qué cosa… la barba bien oscura y el pelo bien negro, parece teñido…»

Tía Dora, la centenaria más uno. 


martes, 29 de septiembre de 2015

Josefina

Su acordeón
su rostro ya viejo
sonríe como niño
lo mismo su cuerpo
en su casa de siempre.

Allí lo espera Josefina.




sábado, 22 de agosto de 2015

Amablemente

Conocí la milonga "Amablemente" por Melingo, pero sin dudas lejos está de llegar a la versión original de Edmundo Rivero. Su letra, en la cárcel de oro del soneto, es hoy tan políticamente incorrecta que hace que me guste todavía más.

La encontró en el bulín y en otros brazos...
Sin embargo, canchero y sin cabrearse,
le dijo al gavilán: «Puede rajarse;
el hombre no es culpable en estos casos».

Y al encontarse solo con la mina,
pidió las zapatillas y ya listo,
le dijo cual si nada hubiera visto:
«Cebame un par de mates, Catalina».

La mina, jaboneada, le hizo caso
y el varón, saboreándose un buen faso,
la siguió chamuyando de pavadas...

Y luego, besuqueándole la frente,
con gran tranquilidad, amablemente,
le fajó treinta y cuatro puñaladas.

Poema: Iván Diez.
Música: Edmundo Rivero.




jueves, 20 de agosto de 2015

Fenómeno

Tarde en el centro. Chubascos, grisura, banda sonora en mis oídos. Al llegar a la explanada de la intendencia los colores cambian, hay sonrisas de políticos vestidos a la moda, los conocidos y el reluciente séquito haciendo looby bajo las negras nubes. Se ve alguna cámara. Muy cerca, Sánchez Padilla es retenido de las solapas por un cuidacoches que no lo deja avanzar, sus palabras repiten: "sos un fenómeno".


jueves, 30 de julio de 2015

Salvo


Hoy penetré en el laberinto del Palacio Salvo. Lejos del polizón, la cosa contó con guía y, por supuesto, con algunos turistas.
Mientras ascendíamos una de las señoras del grupo no tardó en preguntarme:
—¿De qué país sos?
No imaginan la cara de decepción que puso cuando le dije que era de Uruguay. Entonces, por cortesía, repetí la pregunta.
—También soy de acá —respondió.
Hablamos entonces como uruguayos, señalamos cierto abandono, la falta de dinero y lo lejos que estamos de ese tiempo de opulencia en la que se construyó el edificio.
—Pero mirá que el pasado no fue todo dictadura —me dijo de pronto.
—Sí, claro, la dictadura fue del 73 al 85 —respondí.
—Ustedes, los jóvenes, creen que en el pasado solo hubo dictadura, y yo viví antes de la dictadura. Y viví muy bien.
La señora se apartó entonces rumbo a una chica rubia con acento portugués y aspecto virginal. Mientras tanto yo pensaba en el desprecio de su planteo, tal vez en el rencor. No me incluí entre esos posibles jóvenes cuyo concepto de pasado obraría casi como sinónimo de dictadura, pero, aún en el error, me quedé pensando sobre la posibilidad de cierta mirada miope y cómoda, de cierto modismo negador del pasado por considerarlo tierra donde únicamente hubo represión.

En la cima, el plomo de la ciudad se desbordaba como nunca. Pensé en Montevideo enfrentándose a su propio espejo.


miércoles, 15 de abril de 2015

Alfonsina

gracias por bramar el fuego
y dejar caer
múltiples hojas buenas
de tus manos a manos nuevas
gracias
gracias por la sonrisa
ese suave equipaje
prólogo a toda partida
viaje que nos devuelve
más hondos
y más simples.


jueves, 12 de febrero de 2015

A lomo del recuerdo

Pocas plantas huelen tan rico como la de tomate. Me toman de la nariz para llevarme a una infancia con dos abuelos en el campo, caminando junto a mí por su vasta quinta, recogiendo algo de la enorme producción hogareña. Pensar que un solo tomate encierra en sí la simiente de tantas vidas, pequeñas plantas multiplicándose para calmar todas las hambres y honrar con su sabor y su color nuestra cocina. En mi patio de apartamento, ya lejos del campo y de la niñez, en mi intento de abonar otras plantas han brotado una docena de tomateras. Triste es saber que no llegarán a dar tomates, no hay sol ni aire ni tierra suficientes. Pero persisten en crecer rumbo a un cielo con claraboya. No darán fruto y quizá ellas también lo sepan, pero hasta la más pequeña de estas plantitas logra arroparse de suficiente perfume, aromas que me transportan a caballo de la memoria. He pensado que parte de su misión está cumplida.


jueves, 14 de agosto de 2014

Tuya Edison

Se le otorga usualmente a Francia la paternidad sobre el cine tal y como lo conocemos en la actualidad. En 1895 los hermanos Lumière hicieron la primera y escandalosa proyección pública de imágenes en movimiento. No obstante, en Estados Unidos, Edison ya había creado lo suyo e intentaba unir su kinetoscopio al fonógrafo, también invento de su autoría ya patentado. Pero ese kinetoscopio (del griego "kineto" —movimiento— y "scopos" —ver—) tenía una gran diferencia con la versión francesa: estaba hecho para el visionado individual, en una máquina que funcionaba a monedas. Se gestó como una atracción, un negocio de momento, desde luego que era difícil imaginar que esa tecnología podría llevar al arribo de un nuevo arte unas pocas décadas después.

Si bien el triunfo fue de los hermanos Lumière, un siglo después el modelo Edison parece ser el vencedor, la lógica de la pantalla individual con todo lo que ello conlleva y con las múltiples utilidades que proporciona.

A continuación las primeras imágenes de Edison, quizás menos difundidas que el inicial trabajo de los hermanos Lumière. Hablan desde la última década del siglo XIX, vaya maravilla.






martes, 15 de julio de 2014

Caído

Ven
alma errante
vestida de pétalos grises
cúbreme cada una de las heridas
sueña un mañana
de aurora en los molinos
muelas quebrando lo que será
acaso
bravura
ojos de ira
espada en el ijar
el velo tuyo
madre
me huele proceloso
nave anclada
partir hacia funestos mares que no olvidan
animula vagula blandula
sana cada una de mis heridas
sueña el regreso
hazme volver.


jueves, 22 de mayo de 2014

Solo

Hay gente que no encaja en este mundo. Allá va el pobre, solo, incomprendido, intentando buscarse en su abismo. De afuera lo señalan, pobrecito paria, sin amigos, frágil, pisando de lejos la tierra.


miércoles, 19 de febrero de 2014

Oda a las dueñas


Gordas cuchichean en el primer piso.
Dueñas son del lugar.
Controlan cada minuto con peso de oro.
Siempre que se equivocan es a su favor.
Debajo corren niños,
hijos de una clase media con miedo a perder.
Los hay adolescentes,
presos de altas paredes, de santos de yeso y tierra.
Ellas cuentan billetes.
Relojes se pudren en sus lentes.
No saben en qué consiste enseñar,
pero observan que es buen negocio.
Filoso el engranaje untado en sangre.
Atroz la cuerda roja del picaporte.
Siempre en su Olimpo de diosas invictas,
batiendo la falda de los sumisos.


lunes, 3 de febrero de 2014

Letras



ómnibus
largo viaje
mi cuerpo inerte, burgués
el coche en movimiento
la ruta es el río
siempre dispuesto al regreso
ómnibus cubierto de escamas
pequeño pez durmiendo en su adentro
el sueño
es un sueño despierto
en viejas páginas palpitan las letras.


martes, 10 de diciembre de 2013

Lánguidas lanzas


      Siempre que llego estoy pensado en escapar hacia otro lado. Camino rápido, hombre alto y grande, torpe, con los ojos antenas pendientes de seres y objetos, pero ajenos a ellos. Llego y siempre estoy sintiéndome huir, hacia algún lugar, nunca sé bien a dónde, aunque tengo claro que ese lugar que momentáneamente ocupo, no me es afín, no me completa. Camino rápido, torpe, deambulo por pequeños pasillos de gente lenta. Ellos me miran con desconfianza, algunos se apartan para dejarme pasar. Las llaves prontas cuadra antes de llegar a mi casa. Entro en ella como en un vientre, a veces madre, a veces fiera. Hablo poco, el rostro tosco y serio, la voz grave y gesticulante, las sílabas precisas, tal vez gozando la maravilla del idioma. Cumplo cada mandato —exacto— y vuelvo a huir, veloz, hacia ninguna parte. Ellos dicen —o eso huelo— que soy egoísta, frío, sin sentimientos; los que tienen algún afecto dicen que soy discreto, que conocen poco de mí. Tiendo a interesarme poco por los primeros, aunque a veces, hablo de la humedad o del tiempo. He aprendido —aunque a veces lo olvido— que nada es más necesario que lo innecesario para comenzar un diálogo.
         Algo me ha hecho así y no sé si deseo mudar en otro ser, actuar un sentimiento que no tengo. No hay maldad ni uñas afiladas, solo un blasón duro y lánguidas lanzas.
         A veces, en esa lucha diaria de hombre solo en la vasta ciudad, algo me sacude, alguna joven mujer, detrás de un mostrador, presiente mi desdicha, mi semblante agitado, mis ganas de huir, y sostiene una sonrisa salida de libreto, una entonación limpia, una mirada amiga. Ahí me acuerdo de la roca y el hielo, de mi cuerpo corriéndose de la caricia.
       Pese a esto, no vaya usted a creer que soy infeliz en una época en la que —a cualquier precio— uno siempre debe mostrarse feliz. También puedo decir que la alegría circula por mis venas secretas e hirvientes. Esos momentos, escasos pero tan necesarios, en que uno encuentra la justificación perfecta para seguir viviendo.


viernes, 1 de noviembre de 2013

El nieto


Ay las motos cómo pasan, por mi barrio es igual, a veces estás en tu casa (la mía está al fondo del terreno) y igual las escuchás. Acá a media cuadra vive mi hermana, le alquila la casita a Mederos. Yo vengo todos los domingos a visitarla, me tomo este mismo ónibus para la ida y para la vuelta. Me gusta el barrio... yo no puedo comer azúcar porque soy diabética pero me tiene aburrida el edulcorante, así que vengo a la panadería esta de la esquina y sabés que encuentro cosas que no hay en mi barrio. Biscochuelos riquísimos, hoy no me llevo pero casi siempre me vuelvo cargada. No es tan barata pero mi hermana compró en el almacén los mismo mismo y son más caros ahí que en la panadería... ¿Conocés a gente del barrio? La gente acá se conoce poco. Yo conozco a Mary la podóloga, cada tanto me vengo hasta acá porque me encanta como me deja las uñas y no sabés los callos, lisitos, me sale más caro por los sesenta pesos del boleto pero no me importa, más vale gastar un poco más... También conozco a Licha la modista. ¿La conocés? Qué frío... por suerte me traje este vaquero rangler, yo soy de la iglesia evangélica y no me lo dejan usar pero me lo traje igual, hay una humedá. Pero fijate que no siempre me quedó así: en el 2006 estuve en España visitando a mi hijo que vive allá hace 28 años y cuando volví a Uruguay me lo probé y me quedaba muy grande, estaba flaca flaca, toda chupada, no te hacés una idea. Lo guardé como para regalarlo y el otro día cuando quería usar un vaquero porque todo lo que tengo son deportivos, así para caminar, me da por probármelo y fijate que me quedaba regio, le hice el dobladillo y ya empecé a usarlo, calentito, aunque no es tan cómodo para caminar. En este mismo ónibus que va a pasar, en el 2010, cuando me fui a bajar por Garzón cuando todavía la estaban haciendo, me caí y quedé atrás de las ruedas, no arrancó porque se le cruzó un camión sino no contaba el cuento; esa fue la mano de Dios siempre digo. Cuatro hombres me ayudaron a levantar pero estaba toda lastimada, la ropa toda rota y llamé como pude a mi hija y me curaron ahí nomás, no me internaron porque no perdí la conciencia. Me salvé pero quedé con artritis y arteriosclerosis. La voy llevando bastante bien... Mirá... ahí me parece que dobla. A ver... Es sí, mi hija me compró un bastón que era carísimo y cuando subía la escalera se me cruzó el gato y se me cayó, se quebró y le saltó el resorte, lo terminé pegando con la gotita por suerte quedó bastante bien. Ah... ¿vos no vas? Bueno... Yo te lo cuido, ¡si podría ser mi nieto! Que pases lindo nena...

domingo, 8 de septiembre de 2013

Culpa


Acabo de matar un ciempiés. Habitante imperceptible del patio interno de mi apartamento, cesó de existir sembrando culpa en su ejecutor. Era de una arquitectura perfecta, como el elegante torito o la menos elegante cucaracha; arquitectura que jamás podrá igualar ningún hombre. Sigo apenado, necesité de muchos golpes de champión para imponerle el adiós.



lunes, 10 de junio de 2013

Minerva


Dos de la tarde en una conocida librería de Tristán Narvaja. El sabio librero, un empleado y una cliente estaban dentro cuando entré. Comencé a ojear unos libros que recién habían llegado cuando ingresó repentinamente un hombre y preguntó por un autor.
— Ah, lo conozco, es un autor de ciencias económicas, pero no trabajamos ese rubro... — contestó amablemente el librero.
— Swining — prosiguió el hombre.
— Justo de ese tenía algo, pero salió ayer mismo para Minas…
El hombre aventuró un tercer nombre.
— De él sí puede haber algo…
El librero lo invitó a buscar el material junto a su empleado, caminando unos pasos hacia el fondo de la librería.
Por mi parte, me dispuse a seguir consultando, pero antes del minuto veo al hombre acercarse abruptamente e insultar al empleado y al librero recordando a sus respectivas madres. Llegando a la puerta, sentenció:
— ¡Seguro que de Marx tenés una estantería!
Ante el estado de estupor de los cuatro allí presentes, no olvidaré las palabras algo resignadas del longevo librero:
— Este era un país de gente educada... Más todavía, la gente que visitaba las librerías…