miércoles, 4 de enero de 2012

Cosa de lagartos


// f.web
No nos preocupamos por si era macho o hembra. Lo llamábamos, simplemente, lagarto. Más precisamente, el lagarto del fondo de la playa. Caer en la fácil del Juancho nunca nos pintó. Este personaje nos deleitaba las tardes de calor cuando, muy manso, salía de su cueva y dejaba que lo alimentáramos. 

Un día no lo vimos más. Con algo de pena, pensamos que se podía haber ido aunque no hallamos razones para ello. Justo él que había logrado caerle simpático a mi abuelo, hombre de campo especialista en eliminarlos (estábamos en la playa y ya no había gallinas que cuidar). Otra posibilidad era que algún vecino de esos que vienen en temporada, al verlo surcando las arenas sintió horror y osó matarlo, jactándose del logro, no vaya a ser que se coma a la nena.

Pronto descubrimos que su partida nos había dejado mucho. Pequeños cuerpitos se asomaban a la cueva y al menor ruido corrían miedosos. Ya estaban aprendiendo a desconfiar.

He tratado de informarme si el abandono se trata de un hecho natural. No he podido comprobarlo, pero es a los ojos humanos un destino muy triste. Se asoman a la cueva como esperando el regreso de su madre o de su mamá-papá, dado que, como sí comprobé, algunas especies son bisexuales.

Como no permitían que los observara de cerca, decidí grabarlos. Sobre un ladrillo, junto a la cueva, puse la cámara y apreté REC. Al minuto de irme las seis crías comenzaron a salir suavemente, levantando su pequeña cabeza de reptil.

Desde entonces no supe más de ellos. El verano, quizá, permita el reencuentro. 
   


2 comentarios:

  1. me encantó Bruno, son hermosos!! Y cuando parecía que no habían más sale otro...

    Sab

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    1. Y no sabés, este verano ya son gigantes, al menos la última vez que los vi. En el fondo de casa se pasean dos de ellos pero todavía son bastante huraños. Gracias por comentar! Beso.

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