martes, 26 de junio de 2012

Recuerdo del 494


f.web
En viaje por el 494. Una señora entró en el bondi junto a dos niños, seguramente sus sobrinos. Los pequeños traían caramelos entre los dedos con intención de abrirlos ni bien lograran algo de estabilidad. Yo estaba sentado al fondo, junto a mi pesada mochila de fin de semana, esa que llenaba de ropa sucia camino a ser lavada. Faltaba media hora para llegar a la barra de Santa Lucía y un tiempo incierto para llegar a Rosario, ya que desde allí dependía de la bondad de quién hiciera caso a mi cartel, e incluso, de su lástima, como una vez me lo hizo saber un gordo conductor mientras llenaba su boca con el azúcar impalpable de un alfajor. 

Pero volvamos a los recién llegados. Se ubicaron al fondo y quedaron parados, amarrados a los barrotes. Ante la seguridad, los niños comenzaron a abrir sus caramelos. El varón tiró el papel al piso y la tía se aproximó a regañarlo:

— Martín, ¿cómo vas a tirar el papel en el piso?— y se agachó a juntarlo. 

Mirando a su sobrina que empuñaba con señal de triunfo el papel que aún no había soltado, le dijo:

— Muy bien Camila, muy bien, así se hace, no se ensucia el piso del ómnibus, el señor sino se enoja. 

La tía tomó los papeles, abrió la ventana del coche y los lanzó hacia la calle. 

Vi su vuelo libre y perturbador, como de despedida.


1 comentario:

  1. Iba leyendo con una sonrisa en la cara hasta la hazaña del adulto "responsable". Ya aparecerá algún niño que le de una lección a ella.

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