Dos de la tarde en una
conocida librería de Tristán Narvaja. El sabio librero, un empleado y una
cliente estaban dentro cuando entré. Comencé a ojear unos libros que recién
habían llegado cuando ingresó repentinamente un hombre y preguntó por un autor.
— Ah, lo conozco, es un autor
de ciencias económicas, pero no trabajamos ese rubro... — contestó amablemente
el librero.
— Swining — prosiguió el
hombre.
— Justo de ese tenía algo,
pero salió ayer mismo para Minas…
El hombre aventuró un tercer
nombre.
— De él sí puede haber algo…
El librero lo invitó a buscar
el material junto a su empleado, caminando unos pasos hacia el fondo de la
librería.
Por mi parte, me dispuse a
seguir consultando, pero antes del minuto veo al hombre acercarse abruptamente
e insultar al empleado y al librero recordando a sus respectivas madres.
Llegando a la puerta, sentenció:
— ¡Seguro que de Marx tenés
una estantería!
Ante el estado de estupor de
los cuatro allí presentes, no olvidaré las palabras algo resignadas del longevo
librero:
— Este era un país de gente
educada... Más todavía, la gente que visitaba las librerías…