lunes, 14 de mayo de 2012

Entre cámaras y décadas




Me gustan las cámaras de cajón, incluso más que las de fuelle. Me parecen simpáticas, amistosas, bellas… Tengo una pequeña colección, hoy acrecentada por una nueva: una Brownie Junior. La cuestión no es su valor material, ordinario por cierto, sino el hecho de contar con una poderosa realidad: es la cámara de mi abuela Lilia Benech Gardiol (1920-1998). Gracias a ella hay registros familiares desde fines de la década del treinta, cuando mi abuela aún no era casada pero curiosamente ya le sacaba fotos a mi abuelo (eran vecinos). Entre ambos hogares mediaba una distancia de unos cien metros que cruzaban por campo, sobre un camino ya marcado sobre la tierra. 

Muchos posaron frente a esa cámara de rollos grandes y fotos pequeñas, aquellas cuyos bordes se cortaban con gillotina dentada. Los viejos álbumes lo recuerdan. Más que fotos en blanco y negro, ya son imágenes que se tornan amarillas. 

Me atrae la imagen de la mujer de campo de aquella época, mujer activa, independiente, incluso dominante, preocupada por retratar a la familia, quizá pensando en un futuro de recuerdos que trascenderá su propia existencia. Quizá nunca hubiera imaginado que uno de sus diez nietos, gracias al gesto de su hija mayor (mi madre) recibiría como objeto mágico esa cámara, donde todavía laten sus manos. Cámara protegida por una funda azul hecha por ella misma. Esa misma cámara que la acompañó por los campestres caminos, ahora acompaña a su nieto en Montevideo. 

Oficio del fotógrafo parece ser el de no salir en ninguna fotografía, y esto se da también con mi abuela. Son escasas las fotos en las que aparece, aunque me animo a imaginarla, cámara en mano, solicitando pose y sonrisa. Me imagino frente a ella, siendo fotografiado. 

Es interesante explicar el funcionamiento de la cámara a los niños que hoy nacen digitales, en una ingenua era de clonar lo real que amenaza tomarlo todo. 

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Palabras de Mariana:
Existe un espacio, limitado, subterráneo, en una caja oscura. 
Allí dentro, donde el silencio y el vacío nos acogen. Los límites de un objeto atravesado por la historia: una constelación.
Gracias, porque algunos seres siguen recordando.