Hurgando el ropero de las iniciales cosas encontré mi primera entrevista. Juan Bervejillo, líder de La Chancha accedió a ser entrevistado. Era poco habitué a estas cosas, no le gustaba el término, prefería llamarla “conversación”. Corría fines de 2003 con una crisis aguda que era acompañada de una etapa comercialmente importante para el rock uruguayo. El texto ha pasado por una pequeña poda, se han quitado elementos hoy un tanto anacrónicos, y se han puesto unos cuantos tildes. Espero guste.
Gritos en silencio
Entrevista a Juan Bervejillo
Foto: Xanti Revueltas |
La noche me volvió a sonreír. Llamé a Juan Bervejillo, líder de la Chancha, para conversar sobre la entrevista que le quería hacer. No dudó demasiado: me confirmó con amabilidad que ese mismo día tenía hasta las diez de la noche para realizarla. Me dio la dirección de su trabajo. Las casualidades parecen existir: el lugar quedaba cerca de mi casa.
Juan abrió la puerta. Me dio instantáneamente la mano y me invitó a pasar. Me llevó a un lugar similar a un living, con dos sillones individuales y uno de tres cuerpos. En este último descansaba la Gibson Les Paul roja que eligió para amalgamar a su visceral discurso. Nos sentamos y empezamos a conversar de música y otras yerbas, para recién luego empezar a grabar los comentarios.
Bervejillo consume mucho arte. Habla con precisión, inteligencia y con un sutil humor. Tiene unas considerables rastas que le cubren parte del cráneo. El sector despoblado por los años parece exhibirlo con orgullo, como si la frivolidad de una imagen perfecta quedara relegada al simple olvido.
Juan no tiene buena relación con los medios. Así lo hace notar a menudo. Prefiere la soledad del ser humano ante la inmensidad de la urbe. Lo necesita para componer. Lo exige para vivir tranquilo con su alma. Tampoco quiere que los parásitos en busca de una música de moda con la cual cantar y bailar, se apoderen de sus canciones para hacerlas añicos y para nunca buscar su sentido, su real despliegue social.
- Con respecto a tus gustos fuera de lo estrictamente musical, como el cine y la literatura, ¿qué cosas te interesan?
De literatura me gusta prácticamente todo, soy bastante lector. No te puedo decir exactamente qué...
- Si tuvieras que decir autores que últimamente has leído. Se me ocurre Saramago...
Sí, leí a Saramago. Me gustó.
- ¿Ensayo sobre la ceguera?
Sí, la leí, me mató. Leí también La Caverna, La Balsa de Piedra. Tengo poca memoria, leo cosas y me olvido de que las leí.
- ¿Borges?
Borges no me gusta, es demasiado tilingo, demasiado aristócrata. No me gusta. Lo leo, me parece que tiene un estilo de master universitario que me pega en el forro de los huevos.
- ¿Onetti?
Onetti me encanta. Es un genio. Lo amo.
- ¿Benedetti?
Es un pelotudo.
- ¿Galeano?
Galeano es un buen comerciante, si fueran ciertas las cosas que escribe...
- Claro, uno no tiene como comprobarlas…
El tipo tira mucho pelotazo pero no se sabe bien de donde lo saca. Sobre todo esos libros que son de denuncia. Tampoco es un novelista. Es una especie de poeta-periodista.
- Los que más te deben de gustar: Coelho y Bucay.
(risas) Bucay es ese que salió en un programa por la televisión, en un programa de autoayuda. Yo lo vi algunas veces y me divertí. Pero Coelho me suena más a Juan Salvador Gaviota, ese tipo de cosas, o al Principito, ese tipo de libro melaza. Me suena a selecciones del Real Digest: “Sea feliz con un fósforo” (risas).
- ¿En cuanto a cine?
En cine me gusta todo lo que no parezca americano. Voy cuando puedo a Cinemateca, pasando por alto que es el templo de la melancolía nacional , hay buenas películas. El cine me gusta como fenómeno visual. A veces hay películas donde disfruto tremendamente con el paisaje. Soy tremendo pelotudo, miro la foto y me quedo fascinado, no me importa nada lo que está pasando. La mejor película para mí es La doble vida de Verónica y La Trilogía de los colores de Kieslowski.
- ¿Reconocés alguna influencia de la literatura o el cine en tu música?
Literatura sí. Lo que pasa es que yo de adolescente me quemé las pestañas leyendo cosas que no tendría que haber leído tan joven. Leí Rayuela, Cien años de soledad, leí Octavio Paz, Galeano, Benedetti, Onetti, bueno, todos estos autores latinoamericanos. Todo eso, de alguna manera, no sé si me influenció directamente, sino tal vez en esto de lo que estamos hablando, esa especie de arte de usar bien el lenguaje, más allá de lo que uno vaya a decir.
- De alguna forma, la literatura te va formando una visión del mundo. Cuando querés acordar, sin darte cuenta estás diciendo cosas que has leído.
Eso ya no me pasa. Creo que ya superé un poco lo que pudo haber de fascinación en esa literatura que me pudo haber provocado determinada postura vital. Creo que a partir de determinado momento de mi vida ciertas cosas me resbalan. Las escucho, las miro, las asimilo, pero de alguna manera la vida ya me golpeó, me puso en una posición en que no estoy en condiciones de dejarme fascinar por cualquier cosa. “Oh, mira lo que dice fulano... me voy a hacer fan de él”. La literatura comprometida entre comillas podría llevar a ese tipo de situaciones, que la persona se sintiera de alguna manera alineada con el pensamiento del escritor.
- De todas maneras me parece que la literatura no crea esos fanáticos. Creo que en Coelho por ejemplo sí, las fanáticas van y lo abrazan y le dan besos. Yo veo a un Cortázar caminando por la calle y no lo saludo, o a lo sumo le doy la mano...
Vos decís una especie de amor a la persona que escribió el libro. Yo confieso que a mí me pasa eso con personas que fueron importantes en mi desarrollo, no sé si tanto escritores, más músicos, algunos músicos me producen un poco de timidez, digamos, porque me da como que los admiré, o los admiro mucho, entonces no puedo evitar sentirme intimidado, avergonzado, no sé como decirte. Me ha pasado con el cantante de “Los Fatales”... (risas). Es raro, uno dice: “bueno, ya soy grande”. Creo que está bien que pase. Me pasa de los dos lados: con gente que se me acerca porque se siente muy conmovida con las cosas que yo escribo, y me pasa al revés, cuando yo tengo la oportunidad de estar cerca de una persona que de alguna manera me conmovió con lo que hace. Me parece una situación extraña que no sé si es del todo sana. La admiración que ya es prácticamente vecina del amor desmedido es rara, es una situación extraña.
- ¿Qué consideraciones tenés acerca de la relación músico-público?
Creo que la relación músico-público tiene que ser lo más lisa posible, si no es así, hay algo que anda mal. Estamos hablando de una banda, en el caso mío, que toca dos veces por mes, y que vende quinientos discos. En mi caso no puedo tener ninguna pretensión de ser una persona diferente a la gente que me va a ver. Si estamos hablando de otros números mucho más grandes hay casos que se dan de manera mucho más forzada, o sea, una persona que tiene un alcance masivo con su música y que consigue reunir miles de personas alrededor de su arte, no puede tener con su público una relación de vecinos, así como si dijera “flaco, préstame una taza de azúcar”, porque esa posibilidad ya está completamente negada. En el caso mío, si bien hay algún matiz de diferenciación cuando uno se relaciona con su público, uno es el que propone y el otro es el que acepta de alguna manera. Sin embargo, mientras yo no me convierta en Alejandro Sanz, yo me reservo el derecho de ser un ciudadano anónimo, lo necesito para seguir componiendo, no puedo ser un tipo que está por fuera del mundo.
- ¿Por eso es tu rechazo a los medios?
Sí. No me gusta salir en fotos y en medios masivos. Trato de que no suceda.
- ¿Y no es un poco también la realidad de que cierta gente que no te interesa puede llegar a consumir tu música?
También. Pero ojo, eso lleva a un nudo que es parte de una contradicción que yo puedo tener, y venir arrastrando desde hace mucho tiempo, que es ser popular o no ser popular, ser elitista o no serlo, crear para todo el mundo o para determinado público, aceptar las reglas de ser un producto de consumo o no aceptarlas, convertirse en una especie de fetiche mimado por la sociedad, con una vida irreal, fantasiosa, que no toca la tierra prácticamente, seguir siendo un personaje anónimo que tiene la suerte de que lo que hace tiene cierta difusión y alcance, pero que sigue viviendo los problemas como cualquier ser humano, las limitaciones, las necesidades, las angustias. La tentación de aspirar al otro estado por amor al arte, uno ama tanto lo que hace que quisiera tener todo el tiempo para eso, quisiera levantarse y tener un piano, y tocarlo, y dormir la siesta y soñar con un hermoso verso para la nueva canción. Hay cosas que realmente uno las quisiera.
- Claro, tampoco la situación del país permite eso.
Después lo que realmente se impone es la realidad del Uruguay. Eso termina con la discusión.
- ¿Quién vive de la música en Uruguay? ¿Jaime Roos y Rada?
Jaime Roos, Rúben Rada y algunos más pero viven de una manera totalmente modesta. Hay gente que yo sé que vive de la música, que no tiene que trabajar, pero no le sobra nada tampoco.
- Pero también son gente inteligente, que tiene un marketing colgado de la espalda. Se ponen a producir cosas que no sé por qué las hacen. Como Jaime Roos que se puso a producir a Trotsky Vengarán.
Porque Peluffo les hace los videos. Entonces es una especie de compensación.
- ¿Peluffo es un capo filmando, no?
Sí, filmando es un “crack”.
- ¿Musicalmente mejor ni hablar?
Musicalmente mejor no hablar.
Dos interrupciones rompieron la fluidez de la conversación. Una se produjo aquí, ante un llamado de un joven rockero que necesitaba de su conocimiento. Más tarde, el punzante ruido de un teléfono hallado entre nosotros, fue el causante de una nueva pausa. Juan fue a contestar al fondo. A la vuelta de cada una de las interrupciones, la Les Paul desenchufada dialogaba junto a las palabras de su ejecutante.
- Si tuvieras que definir tu profesión, ¿qué dirías? ¿músico, poeta, artista? Te digo esto porque es común hacer zapping y ver cómo se abusa de la patética frase “nosotros los artistas”.
Yo soy un tipo que le gusta escribir canciones. Me encantaría considerarme músico completo.
- Si tuvieras que definir tu estilo musical.
Es rock picaresco. Juega un poco con el sentido de la palabra para buscar la provocación. También juega con el humor.
- ¿Las escribís desde vos mismo, o buscas una especie de “Yo lírico”?
Eso no me interesa. Escribo lo que pinta. Hay algunas que son específicamente “a mi me pasa esto”, pero hay otras que es un personaje que cuenta lo que le pasa a él. Me gusta buscar el recurso original y a la vez humorístico, aunque no sé si esa es la palabra. Me gusta buscar lo sorpresivo. Lo fundamental es mantener la atención, son cosas que no están hechas para pasar desapercibidas, que al tipo que las escuche le produzca un rechazo que lo haga olvidar del tema inmediatamente, o bien se quede prendido del asunto y no tenga más remedio que pensar en eso y tener una especie de reacción.
- Muchas veces pasa que si no me gusta es una porquería, o si no la entiendo no la escucho.
Yo prefiero eso antes que la indiferencia. Creo que la característica que tienen los temas de La Chancha en común, es que buscan atacar la indiferencia de alguna manera, es decir, desde distintos ángulos y tratando distintos temas, tanto con recursos verbales como musicales.
- ¿Qué te surge primero en una canción, la letra, la música o ambas?
Generalmente es una frase que ya viene con la música, que ya tiene su melodía o su métrica.
- ¿Te surge instantáneamente la frase con el acorde?
No, el acorde en música es un conjunto de notas que acompaña a la melodía, y lo que tiene una canción es melodía, es decir una sucesión lineal de sonidos en distintas alturas que el oído reconoce. Es como un dibujo, una persona es capaz de reconocer a un pato si está dibujado con una crayola, con un ladrillo, con una lapicera; si el pato está bien dibujado la persona dice “esto es un pato” y no se fija con qué está hecho. La línea en el dibujo vendría a ser como la melodía, la persona que no es especialista solo reconoce la melodía. El acorde es una familia de notas que acompaña a la melodía y que el compositor puede elegir dentro de una cierta paleta que no es muy amplia, de acuerdo a ciertos criterios que son heredados de una cultura musical. Son como varios niveles, yo creo que la melodía está en el primer nivel, y ya tiene incluido de manera intrínseca los otros dos niveles que son el ritmo y el acorde (la armonía). Son como la Santísima Trinidad, los tres son uno pero uno son los tres.
- Ahora me gustaría hablar de la situación que yo veo sobre todo dentro del rock, en donde un grupo critica en sus canciones muy duramente a un sector social y este paradójicamente consume su música. Creo que habla del poco compromiso de la gente con lo que escucha. Un ejemplo claro me parece Bersuit Vergarabat.
Eso lo que está representando es que la música, lamentablemente para los que pretenden utilizarla como un arma política, es muy por encima algo distinto. Lo que primero impresiona es la palabra cantada, la melodía. La gente asimila el primer nivel del dibujo, después hay gente que no sé si es porque tiene la cabeza mas grande o porque leyó más libros, puede asimilar un nivel más, la letra, y después hay gente que asimila otro nivel, tampoco hay tantos niveles, será melodía, letra, arreglos, matices de la interpretación… Además, mucha gente consume música de manera pasiva, eso significa que el tipo no elige qué escuchar, él no pone el disco, sino escucha lo que ponen otros.
- Y después de un tiempo la canción lo aburre y la deja de lado.
Sí, es una cuestión natural, se aburre y pasa a otra cosa.
- Parece estar hecha para eso. Al no buscarle nada, la canción carece de significado y no perdura.
Si, pero de repente la trascendencia del tipo está en otro lado, está en las pilchas que se compró, en la cantidad de minas que se volteó o en la cantidad de machos que se la cogieron. Uno busca donde le pica. No todos somos fanáticos de la música. Yo escucho una canción y si me gusta quiero saber quién la hizo, dónde la grabó, qué músicos tocaron. Hay gente que eso le chupa un huevo, no saben ni quién es. A mi me ha pasado con canciones mías, me dicen “Ah, ¿esa canción es tuya?”.