lunes, 27 de febrero de 2012

Para dejar picando / 2

El torturador es un funcionario. El dictador es un funcionario. Burócratas armados, que pierden su empleo si no cumplen con eficiencia su tarea. Eso, y nada más que eso. No son monstruos extraordinarios. No vamos a regalarles esa grandeza
Eduardo Galeano (1940),
Días y noches de amor y de guerra (1978).

  Siempre fui de la idea de que es bueno conocer la cabeza del enemigo. La vida cotidiana de un represor puede ser parecida a la de uno. No hay una patología del sádico, como nos enseñaron ciertas películas norteamericanas. La cabeza de un represor es bastante parecida a la de un burócrata de escritorio, y eso lo hace más siniestro  
 Eduardo Pavlovsky (1933),
dramaturgo y psicoanalista argentino.


miércoles, 22 de febrero de 2012

Chema Madoz

El fotógrafo español y sus objetos. Imágenes curiosas en blanco y negro, sutiles creaciones, excelsa picardía.







 

Chema en su estudio, entre los objetos y la luz //f.web

jueves, 16 de febrero de 2012

Hasta luego


Spinetta en el Teatro Solís (mayo de 2009)

Murió Spinetta. Me duele el verbo, pero más me duele saber que no habrá resurrecciones. Su cuerpo calló el pasado miércoles y desde entonces no he encontrado una forma cabal de sacar el dolor afuera. Es raro sentirse así por alguien a quien uno no conoce en persona. Quizá nuestra familia, nuestra novia, nuestros amigos no lo comprendan. Pero si hay una cosa segura es que algo punza y ante ello es difícil claudicar.

No se puede concentrar en pocas palabras el amor que profeso por la obra y por la persona de Spinetta. Un compañero, un guía, un padre que apareció desde la temprana adolescencia, inyectando luz desde su mágica poesía, desde su voz fina y dulce, desde una guitarra que podía contener las dulces notas de Plegaria para un niño dormido hasta la furia de Post-crucificción. Y mucho más, timbres abigarrados, eclecticismo al que nunca renunció. Porque, ante todo, Spinetta es un Artista, un ser que se interroga sobre el ser, sobre el universo, sobre esta extraña razón que nos dio piel en la inmensidad. Vaya maravilla, el artista llegó sin pedirlo y desde la condición más común y más honda, nos hizo vibrar durante más de cuarenta años a fuerza de talento y de mucho trabajo. Un mensaje dejó por siempre latiendo en esta tormenta, en esto que ya nunca será jardín de gente.

Spinetta encarna como ningún otro la combinación entre estética y ética. Un camino que siempre lo llevó en busca de cosas nuevas, sin demasiados prejuicios. Una vida centrada en la familia, en los amigos, alejada de los flashes y el vano desparpajado de las estrellitas de rock (además tercermundistas). Nunca le interesó, nunca se vendió (como hicieron otros, incluso geniales), por eso dolió tanto el manoseo que le hicieron en su último mes y medio de vida. Porque no lo merecía, porque la mierda periodística que se ufana de lo que llaman libertad de expresión dio a conocer una media verdad sobre algo que respetuosamente se venía callando. Porque de nada valía dar esa información, salvo para tirar una mercancía sensacionalista para navidad y así vender algo más, si es que a la gente todavía le quedaba algo por gastar.

El gran Spinetta, teniendo claro que su público lo ama (no precisamente los compradores del diario) respondió con la mayor altura. El digno hombre que se sabe cerca de la muerte fue breve y tajante, se mostró esperanzado o quizá nos engaño a todos, para no destruirnos. Meses antes, este hombre le había dicho a Cristina Bustamante, musa de Muchacha ojos de papel, de Blues de Cris, de Todas las hojas son del viento, algo que delata su lucidez: “Estoy preparado para esto, vengo preparándome toda la vida para este momento, yo ya dije todo lo que tenía que decir”.

Quedamos danzando en esto que no es jardín sino “collage de la depredación humana”. Se nos fue Luis, la gema del rock argentino al que el rótulo rock le queda demasiado chico. Los buitres siguen allí. Aunque se permitan el vuelo, son carroña en su árida montaña. Y consumen carroña y se dejan morder; perfuman su vuelo, pero el que sepa ver sabrá oler el pérfido hedor de sus entrañas resecas. Esos, los mezquinos, los avaros, los vendedores de madres, los innombrables que no merecen vivir en este lienzo, pero que tan bien podemos identificar.

Es una tristeza aguda, a veces dulce, una sensación de que hemos quedado huérfanos. Las palabras escasean, uno quisiera expresarlo todo, sacarlo y contemplar el latido afuera, pero la esterilidad gana. Los grandes artistas, al margen de la masividad y con una propuesta bien personal, logran vínculos más estrechos con la gente, forman un público casi de culto. Y ese amor se enhebra en diversas direcciones. Lejos del corazón rosado de las adolescentes, lejos del grito histérico, el verdadero degustador de una obra tan extensa, íntima y ecléctica, ama sinceramente al artista.

La música seguirá iluminando, como siempre, porque está hecha de esa madera que no horada el tiempo, porque pronto aprendió (vaya misterio) a rasgar las fibras más íntimas del ser. Porque así como está la aridez de los canallas también está el verde valle que un sembrador se encargo de fecundar con sus semillas. Y en esa geografía la posibilidad de elegir en qué vereda se quiere caminar.

Porque los que nos creemos buenos nos identificamos con la buena gente, esa que no necesita pisar al que tiene al lado para elevarse. Spinetta buscó volar por cuenta propia, planear sobre la gente de pie, esa misma de relojes pudriéndose en sus lentes. En ello hay un mensaje de vida, un aprender del movimiento. Deberemos alimentar el hambre de cambio para no morir aún estando vivos, porque es fácil encontrar muertos que todavía caminan. ¿De qué sirven cien años de vida si todavía no se ha vivido?

El miércoles estaba en Blancarena, a unos metros del Río de la Plata. Me llegó por mensaje de texto la mala nueva y me aplastó. Era por entonces un hombre esperanzado. Mis dedos temblaron al contestar el mensaje, apareció de la nada el jardinero a cortar el pasto y al instante la máquina comenzó a molestar. De seguro nada sabía de todo esto, y está bien, uno no da importancia a lo que no conoce. Decidí bajar a la playa. Oí que callaba, su carne apenas ondulaba, las nubes derramaban su plomo sobre las aguas. El gris dominaba en su mediación entre el blanco y el negro, pero eran muchas las tonalidades. Me quedé contemplando las aguas, la distancia de mi orilla hacia esa otra orilla imperceptible, arenas que llevaban hacia Luis. No tenía cómo llegar pero el alma puede ser el puente. Me acordé de Liliana Herrero, el único ser que conoce a Spinetta con el que tengo algún tipo de contacto. Y pensé…

Despide
despídelo
tú que cerca gravitas
tú que lo abrazaste
para ser voz
junto a su voz
un río ancho nos aleja
aunque las almas barcas sean
dile adiós
suma a tu mano mi mano
ese adiós
será siempre
un hasta luego.

La muerte de mi longevo abuelo me devolvió a Rosario, allí entendí que la familia, con defectos y virtudes, es materia sagrada. Junto a esa muerte vinieron nuevos sobrinos, mostrando las sutiles aristas de la vida. Me sumergí como hace años no hacía, en una vida más familiar, aunque con los necesarios momentos para las últimas obligaciones estudiantiles.

La muerte de Spinetta me devolvió a Montevideo, me tiró a ese espacio que hoy siento casi como un templo para su música, donde reposan -para sonar, cuando me anime a hacerlo- muchas de sus canciones. Cuando el jueves volví a entrar a mi cuarto comprendí que esos discos, esa foto en la pared, eran de alguien que ya no estaba entre nosotros, alguien cuyo cuerpo ya era literalmente polvo. El flaco se iba dejándonos su música, su ética, su amor por la vida. Se nos fue un disconforme, un rebelde, un poeta dulce que nos provocaba para que evitemos jugar para el enemigo, para que nos animemos a ser mejores personas, individuos en movimiento llevadas por las alas del amor y la paz más que por las de la codicia. Por suerte, una vez más, no solo fue discurso su prédica, siempre estuvo confirmada en los hechos. Lejos de la burda gloria, como un mortal más que conoce perfectamente su condición y quizá se sienta plenamente responsable, se apagó de a poco su vida. En el ritual sagrado de despedida, como le correspondía, estaban sus cuatro hijos, su sangre nueva en esta tierra, sus canciones resonando por siempre.




martes, 14 de febrero de 2012

Capitán Spinetta

Ilustración de Alex Dukal



No te acerques a mi tumba sollozando. No estoy allí. No duermo ahí.
Soy como mil vientos soplando. Soy como un diamante en la nieve, brillando.
Soy la luz del Sol sobre el grano dorado. Soy la lluvia gentil del otoño esperado.
Cuando despiertas en la tranquila mañana, soy la bandada de pájaros que trina.
Soy también las estrellas que titilan, mientras cae la noche en tu ventana.
Por eso, no te acerques a mi tumba sollozando. No estoy allí. Yo no morí.

Plegaria indígena

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jueves, 9 de febrero de 2012

A Luis

Hoy todas las guitarras están de luto
La mía, que tendría que haberse puesto a repasar zambas
sólo puede pensar en la tuya,
tal vez porque el barro
tal vez porque este balcón donde te vi
casi por última vez
mira una nube de la forma y el color
de esas eléctricas con las que soñábamos de chicos
Este balcón que se quedó esperando una charla
unas palabras o un abrazo
más
que ya no llegará
Luto también en las palabras
habituadas como estaban a que les pusieras
cascabeles
guirnaldas asonantes
o ruedas de tren apocalíptico
caleidoscópicos ojos del fertil papel
de tu prolífica pluma
que suma y resta sílabas
del metro patrón de las esferas
apenas solas
a solas penas
Adiós
que sea A-Dios
a sus brazos
a ese rincón de magia
que seguramente Él guardará
para los que se animan a jugar
con los bloques con los que ha construido el mundo
haciendo pequeños nuevos mundos de cuatro minutos
donde el corazón se muestra
y baila desafiando al vacío
Adiós
Mientras me duele el pecho
te imagino en viaje
por inmensidades más vastas que las del Capitán
pero a diferencia de él
sé que tendrás todos los tangos silbados al oído
y nunca faltará un mate
ni perfume a malvones
En todos nosotros se queda un pedacito tuyo
serás inspiración multiplicada por millares
a lo largo de los años
y lo ancho de las geografías
Cambiaste nuestras vidas
abriendole camino a la imaginación
cantándole salvaje o dulcemente
a los misterios que nos habitan
al misterio que somos
Adiós
No me resigno a tener que decirlo
Adiós
mensajero del infinito.

Pedro Aznar

miércoles, 1 de febrero de 2012

Para dejar picando / 1

Los excluidos, en cambio, no tienen ninguna posibilidad de desarrollar un proyecto, porque no los une nada más que su condición de excluidos. Es terrible, pero hay una expresión que revela esto de una manera muy trágica: ‘los excluidos molestan al sistema por su presencia, no por sus proyectos’. Los trabajadores tienen proyectos alternativos y la capacidad de organizarse a partir de su situación, de su ubicación en la sociedad. Los excluidos no, porque no hay nada que los una, no hay ninguna organización posible. Por eso la protesta del excluido es una protesta caótica: es la violencia, es la droga, es la marginalidad, es la desintegración. No es la protesta basada en la presentación de un proyecto alternativo de sociedad.

Juan Carlos Tedesco
Educador y pedagogo argentino